miércoles, 23 de febrero de 2011

La receta maravillosa:



Cogemos una chica entre dieciséis y dieciocho años, mona y dulcecita, la echamos a la olla y espolvoreamos una pizca de problemas adolescentes: la figura omnipresente de los padres desvanecidos, el ostracismo social...
Ahora agarramos al príncipe encantador, troceamos sus innumerables virtudes (inteligencia, belleza, amabilidad, dulzura, valentía, fuerza) y descansamos unos minutos para sentirnos inferiores a él y a su absoluta e inimitable perfección. Y luego lo echamos a la olla.
Vaciamos un Pote entero de empalagosidades, ñoñerías, dulcedades y acaramelamientos varios, y añadimos palabras bonitas, idílicas escenas, y si acaso, alguna escena semi-eróticopornofestiva* para hacer la mezcla más picante.
Y luego, si queda tiempo, pensamos en una trama poco consistente para que no parezca tan vacía la pócima.
Removemos bien, lo metemos en el horno y...


SALE EL SIGLO 21 BIEN ESPONJOSO  PARA PONERLE MAYONESA...
 
 


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